VIRUS II (X-23)
- RossTPonce
- 13 nov 2023
- 3 Min. de lectura
La pandemia se originó por un accidente en un laboratorio secreto del gobierno, donde se experimentaba con una sustancia llamada X-23. Esta sustancia tenía la capacidad de alterar el ADN de los seres vivos, otorgándoles habilidades sobrehumanas, pero también volviéndolos locos y violentos. El gobierno quería usarla como un arma biológica, pero algo salió mal, y el gobierno decidió liberarla por el mundo, contaminando el aire y el agua. Así comenzó la pesadilla que acabó con la civilización.
La sustancia X-23 otorgaba diferentes habilidades sobrehumanas, dependiendo de la genética y el metabolismo de cada individuo. Algunas de estas habilidades eran:
· Fuerza: La capacidad de levantar, mover y golpear objetos con una fuerza descomunal. Los infectados podían romper paredes, lanzar vehículos y aplastar huesos con facilidad.
· Velocidad: La capacidad de moverse y reaccionar a una velocidad increíble. Los infectados podían correr, saltar y esquivar obstáculos con una agilidad sobrenatural.
· Resistencia: La capacidad de soportar daños físicos y ambientales sin sufrir lesiones graves. Los infectados podían resistir balas, fuego, electricidad y veneno sin apenas efectos adversos.
· Regeneración: La capacidad de curar heridas y enfermedades de forma rápida y eficiente. Los infectados podían recuperarse de cortes, quemaduras, fracturas y otras dolencias en cuestión de minutos u horas.
· Sentidos: La capacidad de percibir el mundo con una claridad y precisión superiores. Los infectados podían ver, oír, oler, gustar y tocar cosas que los humanos normales no podían.
· Mutación: La capacidad de cambiar de forma y aspecto según las circunstancias. Los infectados podían desarrollar garras, colmillos, escamas, alas y otras características animales o monstruosas.
Estas habilidades, sin embargo, tenían un precio. La sustancia X-23 también alteraba la mente de los infectados, haciéndolos perder su identidad, su memoria y su raciocinio. Los infectados se volvían irracionales, agresivos y violentos, actuando por instinto y sin control. No reconocían a sus amigos, familiares o aliados, y solo veían a los demás como enemigos o presas. La sustancia X-23 los convertía en monstruos, sin esperanza de volver a ser humanos.
Los animales y las plantas también se vieron afectados por la toxina X-23, pero de forma diferente. Algunos murieron, otros se adaptaron, y otros se transformaron.
Los animales que murieron fueron los más débiles y vulnerables, como los insectos, los peces, los anfibios y las aves. No pudieron resistir los efectos de la toxina, y perecieron en masa. Sus cadáveres se descompusieron, liberando más toxina al aire y al agua.
Los animales que se adaptaron fueron los más resistentes y versátiles, como los reptiles, los roedores, los felinos y los cánidos. Lograron sobrevivir a la toxina, desarrollando mecanismos de defensa y camuflaje. Algunos se volvieron más pequeños y ágiles, otros más grandes y fuertes. Algunos se volvieron más solitarios y cautelosos, otros más sociales y cooperativos. Algunos se alimentaron de plantas, otros de carne, y otros de ambos.
Los animales que se transformaron fueron los más expuestos y afectados, como los primates, los ungulados, los cérvidos y los osos. Experimentaron cambios radicales en su forma y comportamiento, convirtiéndose en criaturas híbridas y monstruosas. Algunos se parecían a los infectados humanos, otros a los animales originales, y otros a una mezcla de ambos. Algunos conservaron algo de inteligencia, otros se volvieron completamente salvajes. Algunos se aliaron con los infectados, otros los combatieron, y otros los ignoraron.
Las plantas también se dividieron en tres grupos: las que murieron, las que se adaptaron y las que se transformaron. Las que murieron fueron las más delicadas y dependientes, como las flores, los frutos, los cereales y las hortalizas. No soportaron la toxina, y se secaron y marchitaron. Sus semillas y esporas se perdieron, y sus especies se extinguieron.
Las que se adaptaron fueron las más resistentes y autónomas, como los cactus, los musgos, las algas y los hongos. Sobrevivieron a la toxina, desarrollando mecanismos de resistencia y reproducción. Algunas se volvieron más espinosas y venenosas, otras más blandas y nutritivas. Algunas se expandieron por el suelo, otras por el aire, y otras por el agua.
Las que se transformaron fueron las más expuestas y afectadas, como los árboles, las enredaderas, las hierbas y las plantas carnívoras. Experimentaron cambios radicales en su forma y función, convirtiéndose en criaturas vegetales y mutantes. Algunas se parecían a las plantas originales, otras a los animales, y otras a una mezcla de ambos. Algunas conservaron algo de fotosíntesis, otras se volvieron completamente heterótrofas. Algunas se aliaron con los infectados, otras los atacaron, y otras los usaron.
El agave fue una de las plantas que se adaptó mejor a la toxina, gracias a su capacidad de almacenar agua y azúcar en sus hojas. El agave se volvió más grande y abundante, cubriendo grandes extensiones de terreno. El agave se volvió más dulce y sabroso, ofreciendo una fuente de alimento y bebida a los humanos. El agave se volvió más resistente y protector, formando una barrera natural contra los infectados. El agave se convirtió en la planta más importante para la supervivencia humana.
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