TEOTL III (CARLOS)
- RossTPonce
- 10 nov 2023
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 11 nov 2023
I
El joven que escapó del sacrificio se llamaba Carlos, y era el hijo mayor de la familia González, una de las más influyentes y respetadas del pueblo. Carlos tenía 17 años, y era un chico inteligente y rebelde, que no estaba de acuerdo con el culto al agave, ni con el sacrificio de los primogénitos. Él había descubierto el secreto del culto al agave cuando tenía 15 años, y desde entonces había buscado la forma de escapar de su destino. Él había intentado convencer a sus padres y a sus hermanos de que el culto al agave era una aberración, y de que el espíritu del agave era un demonio, pero ellos no le habían hecho caso, y le habían dicho que él debía cumplir con su deber, y que él debía sentirse orgulloso de ser el elegido.
Carlos no se resignó, y siguió buscando la forma de escapar. Él había planeado fugarse del pueblo con su novia, una chica que no pertenecía al culto al agave, y que lo apoyaba en su decisión. Ellos habían ahorrado dinero, y habían conseguido unos documentos falsos, para poder salir del país. Ellos habían esperado el momento oportuno, y habían elegido la noche de la fiesta, cuando el pueblo estaría distraído. Sin embargo, sus planes se vieron frustrados, cuando los miembros del culto al agave llegaron a su casa, y lo llevaron a la fuerza a la pirámide. Ellos lo ataron al altar, y le dijeron que era su hora, y que no tenía escapatoria.
Carlos no se dio por vencido, y siguió luchando. Él aprovechó un descuido de sus captores, y logró soltarse de las cuerdas. Él corrió hacia la fiesta, buscando ayuda. Él llegó al escenario, y gritó a los presentes que el pueblo estaba en peligro, y que el culto al agave los estaba engañando. Él les dijo que el culto al agave mataba a sus hijos, y que les hacía comer su carne. Él les dijo que el espíritu del agave era un dios maligno, y que los había esclavizado con su pacto. Él les dijo que tenían que escapar del pueblo, y que tenían que destruir la pirámide.
Carlos no sabía si alguien le creería, o si alguien le ayudaría. Él solo sabía que tenía que intentarlo, y que tenía que salvar al pueblo. Él vio que algunos habitantes del pueblo lo seguían, y que otros se quedaban. Él vio que entre los que lo seguían, estaba Alex, el forastero que había llegado con su madre al pueblo. Él no conocía a Alex, pero le pareció que era un chico valiente y decidido. Él le pidió que lo acompañara, y que lo apoyara. Él le dijo que juntos podían parar al culto al agave, y acabar con el espíritu del agave. Él le dijo que juntos podían liberar al pueblo, y cambiar su historia.
Carlos y Alex llegaron a la pirámide, y se encontraron con la escena macabra. Carlos se sintió indignado y dolido, al ver los cuerpos de sus compañeros, y el ritual del culto al agave. Alex se sintió inspirado y motivado, al ver la estatua del espíritu del agave, y el desafío que representaba. Carlos y Alex se miraron, y se entendieron. Carlos le dijo a Alex que él era el único que podía destruir al espíritu del agave, y que él confiaba en él. Alex le dijo a Carlos que él era el único que podía enfrentarse al culto al agave, y que él lo respaldaba. Carlos y Alex se unieron, y actuaron.
Carlos se enfrentó a los miembros del culto al agave, y los desafió. Él les dijo que él no era su víctima, ni su alimento. Él les dijo que él era su verdugo, y su pesadilla. Él les dijo que él había venido a vengarse, y a hacerles pagar. Él les dijo que él había venido a liberar al pueblo, y a hacerles despertar. Él les dijo que él había venido a destruir al culto al agave, y a hacerles justicia. Carlos luchó con los miembros del culto al agave, y los derrotó. Carlos usó su fuerza, y su coraje. Carlos usó su rabia, y su dolor. Carlos usó su amor, y su esperanza. Carlos usó su voz, y su verdad. Carlos usó su historia, y su legado.
Alex se acercó a la estatua del espíritu del agave, y la atacó. Él le dijo que él no era su esclavo, ni su siervo. Él le dijo que él era su enemigo, y su rival. Él le dijo que él había venido a desafiarlo, y a hacerle frente. Él le dijo que él había venido a liberar al pueblo, y a hacerle un favor. Él le dijo que él había venido a destruir al espíritu del agave, y a hacerle un daño. Alex destruyó la estatua del espíritu del agave, y la pirámide, usó su magia, y su poder, usó su instinto, y su destino, usó su sabiduría, y su responsabilidad, usó su voz, y su verdad.. usó su historia, y su legado.
Carlos y Alex lograron parar al culto al agave, y acabar con el espíritu del agave, liberar al pueblo, y cambiar su historia. Se convirtieron en héroes, en amigos y en leyenda. Sin pretenderlo Carlos y Alex se convirtieron en parte de la historia del culto al agave.
II
Los padres de Carlos eran los líderes del culto al agave, y los responsables de organizar y ejecutar el ritual del sacrificio. Ellos habían sido criados y educados en el culto al agave, y creían firmemente en su fe y su deber. Ellos habían sacrificado a sus propios padres, y estaban dispuestos a sacrificar a su hijo mayor, Carlos. Ellos no entendían ni compartían la rebeldía y la resistencia de Carlos, y lo consideraban un ingrato y un desobediente. Ellos no le tenían afecto ni compasión a Carlos, y solo lo veían como una ofrenda al espíritu del agave.
Cuando Carlos escapó del sacrificio, y reveló el secreto del culto al agave, sus padres se sintieron furiosos y avergonzados. Ellos lo persiguieron hasta la fiesta, y trataron de capturarlo y de silenciarlo. Ellos lo insultaron y lo amenazaron, y le dijeron que él era un traidor y un hereje. Ellos no le escucharon ni le creyeron, y solo quisieron castigarlo y matarlo. Ellos no se dieron cuenta de que Carlos había logrado convencer a algunos habitantes del pueblo, y que había encontrado un aliado en Alex, el forastero que destruyó al espíritu del agave.
Cuando Alex destruyó al espíritu del agave, y la pirámide, los padres de Carlos quedaron en shock, y no pudieron reaccionar. Ellos vieron cómo su dios y su templo se desmoronaban, y cómo su culto y su poder se desvanecían. Ellos sintieron cómo su fe y su deber se desintegraban, y cómo su vida y su sentido se perdían. Ellos no supieron qué hacer ni qué decir, y solo se quedaron paralizados y mudos. Ellos no se arrepintieron ni se rebelaron, y solo se fugaron. Ellos abandonaron el pueblo, y a su hijo Carlos. Ellos se llevaron consigo su culpa y su fracaso. Ellos se llevaron consigo su miedo y su dolor. Ellos se llevaron consigo su historia, y su legado.
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