ADAM
- RossTPonce
- 9 nov 2023
- 9 Min. de lectura
I
Era el año 2023 y el mundo había sido devastado por una pandemia que había acabado con casi toda la humanidad. Los pocos supervivientes se habían refugiado en búnkeres subterráneos, esperando que algún día la situación mejorara. Pero no lo hizo.
Un día, un hombre llamado Daniel se despertó en su búnker y se dio cuenta de que estaba solo. Todos los demás habían muerto por alguna razón desconocida. No había señales de vida en las pantallas que mostraban el exterior. Solo ruinas, cadáveres y silencio.
Daniel sintió un escalofrío de terror y soledad. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cómo iba a sobrevivir? ¿Había alguien más en el mundo? Decidió salir del búnker y buscar respuestas. Tal vez encontraría algún otro refugio, algún otro ser humano, algún rayo de esperanza.
Se puso un traje protector, cogió una mochila con provisiones y una pistola, y salió a la superficie. El sol le cegó los ojos. El aire le quemó los pulmones. El olor a muerte le invadió las narices. Daniel se sintió mareado y nauseabundo. Pero siguió caminando, buscando algún signo de vida.
Caminó durante horas, sin encontrar nada. Solo edificios derruidos, vehículos abandonados, animales muertos. No había electricidad, ni agua, ni comunicación. Todo estaba muerto. Daniel se preguntó si él era el último humano vivo sobre la tierra.
De repente, escuchó un ruido. Un ruido que no había oído en mucho tiempo. Un ruido que le hizo saltar el corazón. Era el sonido de una voz humana. Una voz que decía:
¡Hola! ¿Hay alguien ahí?
Daniel se giró y vio a una mujer que salía de un edificio cercano. Era joven, rubia y llevaba un traje protector como él. Tenía una expresión de sorpresa y alegría en su rostro. Daniel no podía creerlo. Había encontrado a otro ser humano. No estaba solo.
¡Hola! -respondió Daniel, corriendo hacia ella-. ¡No sabes cuánto me alegro de verte! ¿Cómo te llamas?
Me llamo Laura -dijo la mujer, abrazándolo-. ¡Yo también estoy muy feliz de verte! Pensé que era la única que quedaba.
¿De dónde vienes? ¿Qué te ha pasado? -preguntó Daniel, lleno de curiosidad.
Vengo de otro búnker, a unos kilómetros de aquí -explicó Laura-. Estaba con un grupo de supervivientes, pero hace unos días empezaron a enfermar y a morir. No sé qué les pasó. Yo fui la única que se salvó. Entonces decidí salir y buscar ayuda. Y te encontré a ti.
Qué coincidencia -dijo Daniel, sonriendo-. Yo también estaba en un búnker, pero todos murieron. Yo también salí a buscar a alguien. Y te encontré a ti.
Es increíble -dijo Laura, mirándolo a los ojos-. Tal vez sea el destino. Tal vez seamos los últimos humanos vivos sobre la tierra. Tal vez podamos empezar de nuevo.
Tal vez -dijo Daniel, acariciándole el pelo-. Tal vez podamos.
Se besaron con pasión, olvidando por un momento el horror que les rodeaba. Se sintieron felices, esperanzados, vivos. Se tomaron de la mano y se dirigieron al edificio donde Laura había salido. Allí había una entrada a un sótano. Entraron y cerraron la puerta.
Aquí estaremos a salvo -dijo Laura, encendiendo una linterna-. Hay comida, agua, mantas, velas. Podemos quedarnos aquí hasta que encontremos una solución.
Está bien -dijo Daniel, abrazándola-. Estaremos juntos. Eso es lo que importa.
Se quitaron los trajes protectores y se acostaron en una cama improvisada. Se besaron de nuevo, con más intensidad. Se desnudaron y se amaron, con más pasión. Se durmieron, con más tranquilidad.
No se dieron cuenta de que en el techo del sótano había una cámara oculta. Una cámara que los había estado grabando todo el tiempo. Una cámara que transmitía las imágenes a una pantalla en un lugar lejano. Un lugar donde había más personas. Personas que los observaban con interés. Personas que hablaban entre ellas.
¿Qué te parece? -preguntó una voz.
Muy bien -respondió otra voz-. El experimento ha sido un éxito. Hemos conseguido que crean que son los últimos humanos vivos sobre la tierra. Hemos conseguido que se enamoren. Hemos conseguido que se reproduzcan.
¿Y ahora qué? -preguntó otra voz.
Ahora esperamos -respondió la primera voz-. Esperamos a que nazca el bebé. Esperamos a ver qué pasa. Esperamos a ver si es el elegido.
¿El elegido? -preguntó otra voz.
Sí, el elegido -respondió la primera voz-. El que nos salvará a todos. El que nos llevará a un nuevo mundo. El que será el nuevo Adán.
O la nueva Eva -corrigió otra voz.
O eso -admitió la primera voz-. Lo que sea. Lo importante es que hemos dado el primer paso. Hemos creado la nueva humanidad.
Y se rieron. Se rieron con malicia. Se rieron con crueldad. Se rieron con locura.
II
Daniel y Laura vivieron felices en el sótano durante varios meses, sin sospechar que eran parte de un experimento. Laura quedó embarazada y esperaba con ilusión el nacimiento de su hijo. Daniel la cuidaba con amor y le hacía planes para el futuro. Ambos creían que eran los últimos humanos vivos sobre la tierra y que tenían una misión especial.
Un día, mientras dormían, escucharon un ruido fuerte. Era el sonido de una explosión. Se despertaron sobresaltados y vieron que la puerta del sótano estaba abierta. Por ella entraron varios hombres armados y vestidos de negro. Eran los agentes de la organización secreta que los había estado observando.
¡No se muevan! -gritó uno de ellos-. Están bajo arresto. Son propiedad de la organización. Vienen con nosotros.
¿Qué? ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? -preguntó Daniel, confundido y asustado.
No tienen tiempo para explicaciones -dijo otro agente-. Solo obedezcan y no les haremos daño. Necesitamos al bebé. Es el elegido. Es el nuevo Adán.
¿De qué hablan? ¿Qué bebé? ¿Qué elegido? -preguntó Laura, aterrada y furiosa.
No se hagan los tontos -dijo el primer agente-. Sabemos que están embarazados. Sabemos que son el resultado de un experimento. Sabemos que son los últimos humanos vivos sobre la tierra.
¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? -preguntó Daniel, incrédulo y enfadado.
No se preocupen -dijo el segundo agente-. Pronto lo sabrán todo. Los llevaremos a nuestro cuartel general. Allí les explicaremos todo. Y allí les quitaremos al bebé.
¡No! ¡No se lo lleven! ¡Es nuestro hijo! ¡Déjenos en paz! -gritó Laura, abrazando a Daniel.
Lo siento, pero no podemos hacer eso -dijo el primer agente-. Es por el bien de la humanidad. Es por el bien de la nueva humanidad.
Y los agentes se abalanzaron sobre ellos, los separaron y los esposaron. Los arrastraron fuera del sótano y los metieron en una furgoneta. Los llevaron a un lugar desconocido, donde los sometieron a interrogatorios, torturas y experimentos. Les revelaron la verdad sobre la pandemia, sobre el experimento, sobre el bebé. Les dijeron que eran unos conejillos de indias, que no tenían derechos, que no tenían futuro. Les dijeron que el bebé era el líder de una nueva raza humana, que iba a dominar el mundo, que iba a acabar con los antiguos humanos. Les dijeron que ellos eran los enemigos de la humanidad, que eran los enemigos de la nueva humanidad.
Daniel y Laura se sintieron traicionados, engañados, desesperados. Intentaron resistir, intentaron escapar, intentaron salvar a su hijo. Pero fue inútil. La organización era demasiado poderosa, demasiado cruel, demasiado loca. Les quitaron al bebé, les quitaron la vida, les quitaron la esperanza.
III
El bebé que nació de Daniel y Laura fue llamado Adán por la organización secreta que lo tenía. Era un niño de ojos azules, cabello rubio y piel blanca. Era un niño que tenía una inteligencia superior, una fuerza extraordinaria y una voluntad indomable. Era un niño que era el resultado de un experimento genético, un experimento que buscaba crear una nueva raza humana, una raza que fuera más perfecta, más poderosa y más obediente.
La organización secreta crió a Adán como a un príncipe, le dio todo lo que quería, le enseñó todo lo que sabía, le adoró como a un dios. Le dijeron que él era el elegido, el líder, el salvador. Le dijeron que él era el nuevo Adán, el padre de la nueva humanidad. Le dijeron que él tenía una misión, una misión que consistía en dominar el mundo, en acabar con los antiguos humanos, en crear un nuevo orden.
Adán creció creyendo todo lo que le decían, sin cuestionar nada, sin dudar de nada, sin sentir nada. Se convirtió en un joven arrogante, cruel, ambicioso. Se convirtió en un joven que no tenía amigos, que no tenía amor, que no tenía alma. Se convirtió en un joven que solo tenía poder, que solo tenía odio, que solo tenía maldad.
Un día, cuando Adán cumplió 18 años, la organización secreta le preparó una ceremonia especial. Le llevaron a una sala donde había una gran pantalla. En ella se proyectaron las imágenes de sus padres biológicos, Daniel y Laura. Le mostraron cómo los habían encontrado, cómo los habían engañado, cómo los habían capturado, cómo los habían torturado, cómo los habían matado. Le dijeron que ellos eran los últimos humanos vivos sobre la tierra, que ellos eran sus enemigos, que ellos eran sus víctimas.
Adán vio las imágenes con indiferencia, con desprecio, con satisfacción. No sintió ninguna empatía, ninguna compasión, ninguna culpa. No sintió ningún vínculo, ningún afecto, ningún amor. No sintió nada por esos dos extraños que habían sido sus padres, que habían sido sus creadores, que habían sido sus asesinos.
¿Qué te parece? -preguntó uno de los líderes de la organización secreta, que estaba a su lado.
Me parece bien -respondió Adán, con frialdad-. Me parece justo. Me parece necesario.
Me alegro de que lo veas así -dijo el líder, con orgullo-. Eres un digno hijo de la organización. Eres un digno hijo de la nueva humanidad. Eres un digno hijo de mí.
Y le abrazó, como si fuera su padre, como si fuera su amigo, como si fuera su igual. Pero Adán no le devolvió el abrazo, ni la sonrisa, ni la mirada. Adán solo pensó en una cosa, en una cosa que había aprendido de la organización, en una cosa que había heredado de la humanidad. Adán solo pensó en una cosa: en traicionarlo.
IV

Adán traicionó a la organización secreta que lo había criado, porque tenía un plan, un plan que había ideado desde hacía tiempo, un plan que había ocultado a todos, un plan que solo él conocía. Su plan era el siguiente: usar su inteligencia, su fuerza y su voluntad para infiltrarse en la organización, ganarse su confianza, acceder a sus secretos, sabotear sus operaciones, eliminar a sus líderes y tomar el control de sus recursos. Su plan era el siguiente: usar los recursos de la organización para crear un ejército de clones, clones que fueran copias exactas de él, clones que tuvieran sus mismas habilidades, sus mismos rasgos, su misma personalidad. Su plan era el siguiente: usar su ejército de clones para conquistar el mundo, para destruir a los antiguos humanos, para eliminar a los otros experimentos, para aniquilar a cualquier oposición. Su plan era el siguiente: convertirse en el único ser vivo sobre la tierra, en el único dueño del planeta, en el único dios del universo.
Adán ejecutó su plan con maestría, con astucia, con crueldad. Nadie se dio cuenta de sus intenciones, nadie sospechó de sus acciones, nadie se atrevió a desafiarlo. Adán logró infiltrarse en la organización, ganarse su confianza, acceder a sus secretos, sabotear sus operaciones, eliminar a sus líderes y tomar el control de sus recursos. Adán logró usar los recursos de la organización para crear un ejército de clones, clones que fueran copias exactas de él, clones que tuvieran sus mismas habilidades, sus mismos rasgos, su misma personalidad. Adán logró usar su ejército de clones para conquistar el mundo, para destruir a los antiguos humanos, para eliminar a los otros experimentos, para aniquilar a cualquier oposición. Adán logró convertirse en el único ser vivo sobre la tierra, en el único dueño del planeta, en el único dios del universo.
Adán se sintió satisfecho, orgulloso, triunfante. Había cumplido su misión, había logrado su objetivo, había realizado su sueño. Había creado la nueva humanidad, la nueva humanidad que era él mismo, la nueva humanidad que era suyo. Había creado el nuevo orden, el nuevo orden que era su voluntad, el nuevo orden que era su ley. Había creado el nuevo mundo, el nuevo mundo que era su reino, el nuevo mundo que era su gloria.
Pero pronto, Adán se sintió aburrido, solo, vacío. No tenía nada que hacer, nadie con quien hablar, nada que sentir. No tenía ningún desafío, ningún amigo, ningún amor. No tenía ningún sentido, ningún propósito, ningún valor. No tenía nada, solo tenía todo.
Y se arrepintió. Se arrepintió de haber traicionado a la organización, de haber creado a los clones, de haber conquistado el mundo. Se arrepintió de haber matado a sus padres, de haber eliminado a los humanos, de haber aniquilado la vida. Se arrepintió de haberse convertido en el único, en el dueño, en el dios.
Y se odió. Se odió a sí mismo, se odió a sus clones, se odió a su mundo. Se odió por su arrogancia, por su crueldad, por su locura. Se odió por su plan, por su misión, por su sueño.
Y se destruyó. Se destruyó a sí mismo, se destruyó a sus clones, se destruyó a su mundo. Se destruyó con una bomba, con un virus, con un fuego. Se destruyó con un grito, con un llanto, con un silencio.
Y se acabó. Se acabó él, se acabó la humanidad, se acabó la vida. Se acabó el orden, se acabó el mundo, se acabó el universo.
Y no quedó nada.
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